Los cruces de camino, físicos y espirituales no tienen buena fama
Por un lado, se ha considerado que los cruces de camino son puertas de entrada a energías oscuras por lo que a lo largo de la historia era habitual que en esos lugares se colocaran altares, cruceros, etc. que sirvieran de protección a las personas que los atravesaban.
Por extensión semántica, los cruces de caminos hacen referencia a los peligros que nos acechan en las encrucijadas vitales.
Circunstancias diversas, tanto aparentemente positivas como aparentemente negativas, nos pueden abocar a estas encrucijadas: la muerte de un familiar, un hijo que nace con enfermedades, una separación amorosa, un ascenso en el trabajo, que nos toque la lotería, un cambio de ciudad…. Cada persona tiene sus propios cruces de caminos.
Los seres humanos necesitamos certezas, seguridades a las que aferrarnos para no sentirnos perdidos.
La vida es un espacio inmenso y nosotros vamos construyendo asideros para poder transitar por ella con aparentes garantías que nos hagan sentir a salvo, seguros.
Encontrarse en una encrucijada nos obliga a pararnos, a salir de la trayectoria que llevábamos hasta ese momento, a elegir.
Las seguridades y fortalezas que habíamos construido hasta ese momento se diluyen y debilitan, estamos vulnerables y es en estos momentos donde se hace cierto el dicho de cuídate de los cruces de camino porque los lobos acechan.
Dicho de un modo menos dramático esas encrucijadas están habitadas por los vendedores de humo, los que buscan el beneficio propio a toda costa, los cantos de sirena engañosos, los indicadores de caminos equivocados … Si no hemos llegado hasta allí con un buen acopio de fortalezas salir sin daño va a ser muy difícil. Cuestión de suerte ganarnos o perdernos.
Al desaparecer las certezas que manteníamos hasta ese momento buscamos recuperarlas cuanto antes y , si es posible, con el menor esfuerzo.
La sociedad actual occidental transmite unos valores de felicidad a toda costa y de inmediatez en la recompensa. Es una sociedad en la que las palabras esfuerzo, trabajo, sacrificio, dolor, malestar no tienen cabida. Difícilmente llegamos así preparados para superar con éxito las encrucijadas vitales
Buscamos la píldora, el remedio fácil, que nos alivie rápidamente el malestar emocional, la inseguridad. Tapar el dolor, distraerlo.
“Aprender inglés en quince días”, “Adelgazar diez kilos en una semana”, “rituales efectivísimos para encontrar trabajo o la pareja perfecta”. “La felicidad al alcance de tu mano si sigues los pasos de este programa…” “la solución a tus problemas”
Vivir sin aceptar que el malestar emocional, la enfermedad, los contratiempos, los disgustos, los cambios son consustanciales a la vida y forman parte de ella, nos va a echar en brazos de cualquiera que nos prometa una solución fácil y rápida.
Si estamos vulnerables e indefensos por los múltiples vaivenes con los que la vida nos haya vapuleado el riesgo de dejarse seducir por estos vendedores de humo crece exponencialmente. Es fácil tomar un camino equivocado.
Un entendimiento del mundo y de la vida en el que quepa el dolor, la enfermedad, la muerte, el disgusto y la transcendencia de todo lo que vivimos es preciso para poder mirarlo de frente cuando nos toque atravesar esas encrucijadas.
Para no perdernos en una encrucijada vital lo primero que se requiere es entendimiento y aceptación de la situación.
Así dicho parece fácil pero no lo debe ser tanto cuando muchas veces enmascaramos las cosas sin querer mirarlas de frente, o nos perdemos en búsquedas de caminos que entretengan el dolor y el entendimiento.
Aceptar es un proceso de asimilación y entendimiento que exige tiempo. Debemos darnos tiempo hasta que la claridad se haga en nosotros.
Aceptar conlleva muchas veces dolor y malestar emocional. Tenemos que darnos tiempo para transitar por ese estado de dolor e incertidumbre sin agarrarnos a soluciones cómodas, fáciles o ilusorias.
Aceptar no es resignarse. Si me dicen que tengo una enfermedad, aceptarlo no supone que me voy a echar a llorar sin hacer nada porque tengo esa enfermedad. Supone que lo asumo y comienzo a buscar la mejor solución posible, el mejor tratamiento para poder sanar.
Pues eso es aplicable a cualquier tipo de situación problemática que atravesemos. Es imprescindible para transitarla con ciertas garantías de éxito aceptarla, ponerle nombre.
Aceptar es el primer paso para iniciar el camino correcto que me saque de esa encrucijada vital y me ponga en acción por el camino más acertado.
Y, por supuesto, no debemos olvidar que el vivir fortaleciendo nuestra parte espiritual, transcendente y consciente es el asidero más grande que podemos crear para poder transitar por cualquier encrucijada vital ganándonos, creciendo.
Como sociedad, como humanidad estamos atravesando en estos años un cruce de camino.
Las seguridades que teníamos en nuestra sociedad occidental están desapareciendo:
Hemos vivido a nivel mundial una pandemia que nos ha mantenido encerrados en nuestras casas, atenazados por el miedo, viendo en las noticias como nos enfrentábamos a un virus que se llevaba a miles de muertos por delante.
Nuestro sistema sanitario colapsó, nuestra vida cotidiana se transformó.
A esto se han unido desastres naturales, la guerra en Europa, la crisis energética, económica, el aumento de precios …. y junto a todo ello, los lobos.
Personas que se han enriquecido con la desgracia de la mayoría (En estos años los ricos se han hecho más ricos y el resto de la población más pobre); políticos que han mirado para otro lado para no ver los muertos en las residencias de mayores; la sociedad que los ha visto y sigue inmóvil; servicios sanitarios, educativos, de atención al ciudadano que hasta hace nada funcionaban razonablemente bien y eran pilares aparentemente solidos de un estado del bienestar se están desmantelando,
Y, como siempre ocurre en las encrucijadas, el populismo de dirigentes que apelan a lo menos noble de nuestra naturaleza, al ese es inmigrante o pobre y no tiene los mismos derechos que tú, o hay que tener mano dura.
La diversidad es mala se nos viene a decir, el pobre, el inmigrante, el viejo, el que tiene una sexualidad diferente a la mayoría, el que no adopta el género que la sociedad establece… ese no es ciudadano de pleno derecho.
Que cada cual mire a su alrededor y entenderá de qué manera en esta encrucijada que estamos viviendo, las fuerzas que se han desatado para que lo que yo llamo la gente del común, estemos cada vez más desprotegidos y al servicio de intereses que ni entendemos ni sabemos.
Y lo curioso es que todo está ocurriendo con el beneplácito de la mayoría que como niños sigue a un flautista de Hamelin engañoso materializado en las informaciones y desinformaciones con que los diferentes medios de comunicación van creando estados de opinión favorables o desfavorables según la conveniencia de esos intereses.
Las encrucijadas son lugares de lobos, pero también de oportunidades únicas.
Oportunidad para entender que esas seguridades que estamos sintiendo que perdemos no han existido nunca para una gran mayoría de los habitantes del planeta.
Oportunidad de buscar la paz y el bienestar no sólo para nosotros, sino también para todos. También para esos otros que nunca han oído ni disfrutado de la palabra paz o bienestar.
Oportunidad para indignarnos ante el atropello que sufra cualquier habitante del planeta, sin justificarlo con las diferencias que nos separan.
Oportunidad de contemplarnos como una humanidad diferente y de actuar y organizarse en consecuencia.
Se que todos estos planteamientos parecerán ilusos y utópicos, pero las ilusiones nos permiten volar como los pájaros, mientras que la guerra, la injusticia, el egoísmo, la discriminación, el abuso y demás lobos que se expanden en esta encrucijada sólo nos conducen a lo más bajo y oscuro del ser humano
Mejor soñar con una Humanidad nueva.
Mejor la ilusión que va a empujar nuestros pasos para elevarnos.
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